Detectando un golpe calor

En el verano cualquier síntoma de calentamiento excesivo, sobre todo en los niños puede generar que se enciendan las alarmas entre los padres, las campañas informativas características de estas épocas hacen que en mucho casos caigamos en reacciones paranoicas, aunque no está demás tomar todas las medidas para que nuestros seres queridos dentro de las poblaciones vulnerables sufran de un mal momento ocasionado por un descuido.

La información diaria del clima hace parte de la cotidianidad de todos los habitantes de la Península, los avisos de AEMET marcan en la gran mayoría de los casos no solo a los medios de comunicación sino también a los turistas y residentes, que determinan sus acciones a partir de las condiciones meteorológicas en las que se encuentren.

Aunque muchas personas siguen creyendo que los golpes de calor son un mito, o que casi nadie puede llegar a sufrir de un suceso de esta índole, porque ignoran todas las recomendaciones, y se lanzan a las playas a jugar con los críos al mediodía, o recuerdan ejercitarse cuando el sol está en lo más alto, seguro quienes están leyendo esta nota recordaran que mínimo una vez cometieron este tipo de imprudencias, y que contaron con la suerte de vivir para contaros la anécdota.

Básicamente un golpe de calor funciona de una manera muy simple, el cuerpo supera los 40 grados de temperatura, y al pasar el límite no tiene la capacidad de autoenfriarse, por lo que el cuerpo se bloquea y no genera sudor, llegando a hervir el cerebro hasta el punto de una posible muerte por calor.

En muchas ocasiones en el verano se deja a un crío en el coche, aunque sea por unos pocos minutos, ante la seguridad que no se encuentra un parqueadero posible con sombra, por lo que el recalentamiento del coche inmediatamente impacta en el cuerpo, el poco aire que circula y un organismo en formación se convierte en la fórmula perfecta para que nuestros críos comiencen a sentir síntomas claros tales como: fiebre, temperatura alta, dolores de cabeza, piel extremadamente seca sin rastro de sudor, mareos o delirios, para después aparecer la convulsión o el colapso.

Hay dos tipos de reacciones entre los padres con los niños en esta época, los primeros que por el menor de los síntomas acuden a emergencias, siendo ciertamente lo más recomendable, o aquellos que creen que las respuestas están en tradiciones populares como cogió frío, es un virus o alguna de estas frases que en la búsqueda de un diagnostico posible lo único que genera es que retrasa la intervención de un experto.

Cuando los niños pasan demasiado tiempo al sol es importante estar alertas ante cualquiera de estos síntomas, por lo que lo mejor que podemos hacer es llamar al 112 y mientras tanto bajar la temperatura gradualmente del crío, no os olvidéis que más allá de la capacidad de recuperación si el cuerpo no encuentra elementos favorables para refrigerar en el ambiente los síntomas por arte de magia no van a desaparecer, por el contrario todo se podrá incrementar, llegando a tener peligro de muerte.

Evitar las actividades al aire libre en momentos de alta radiación es realmente muy complejo, encontrar algo bajo techo que se encargue de entretener el exceso de energía de los crío muchas veces es Misión Imposible, pero es importante encontrar los puntos intermedios para evitar que nuestras vacaciones terminen en situaciones difíciles.

Mantener a los críos y ancianos bien hidratados ayuda a que los efectos sean más tardíos, así como también balancear la dieta durante las oleadas de calor pueden ser buenas medidas para que evitar un peligro latente, pero lo que es fundamental es tratar de regular los tiempos de exposición a las altas temperaturas, algo que no solo es importante dentro de la poblaciones más vulnerables a este tipo de sucesos, sino que también debería ser tener en cuenta por toda la población, ya que los golpes de calor no discriminan ni edad ni género, por el contrario pueden afectar a cualquiera que no tome los recaudos necesarios para evitar afectar su cuerpo con excesos, tales como cualquier actividad física al aire libre, desde jugar con los críos hacer largas caminatas o sencillamente acostarse a cocerse al sol durante un tiempo excesivo.

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